Fue tan fácil confiar en vos. Cuando
quise darme cuenta, y sin siquiera haber querido hacerlo, sabías más que nadie
de mi. Podías manejarme a tu antojo, podías jugar conmigo, usarme y tirarme a
la basura cuando dejase de ser de tu agrado. Pero algo dentro mío me decía que
nunca te atreverías a hacerme un mal porque después de todo como vos decías
"era diferente, especial". Me confié de tus palabras, de tu mirada que me hacía sonreír por inercia. Y tus
dotes me tenían en un estilo de encantamiento del que no podía simplemente
deshacerme. Creo que si hubiera tenido alguna vez la oportunidad de alejarme de
vos, nunca lo hubiera tomado como una posibilidad. Siempre me dijeron que era
un error poner tanto de uno en otro, y nunca quise creer en eso porque en parte
hacer eso es entregarte, es confiar y si uno no se entrega, en algún punto no está
dando lo mejor de uno, no sería justo para la otra persona. Confiaba en vos. No
había motivo que alcanzara para no contarte algo, para ocultarte o mentirte.
Cuando estuve destruida, cada persona que antes me lo había advertido se acercó
sólo para decirme "te lo dije". Y llorando, en el reflejo del agua y
de los espejos, podía ver tus ojos, funestos, brillando como nunca haciéndome ver, rota, inútil, como estaba antes de conocerte. Me dejaste
preguntándome por qué quisiste arreglarme si luego ibas a romperme en mil
pedazos
No hay comentarios:
Publicar un comentario